EL FINAL DEL CONFINAMIENTO Y LOS EFECTOS COLATERALES EN EL PERRO

AAB35AB4-3EFE-4326-AD98-2A61273D734E_4_5005_c.jpeg

Todos estamos esperando con ansia el fin del confinamiento y la vuelta a la “normalidad”. Esa normalidad significará la vuelta al trabajo de muchos de nosotros, los niños al colegio y el perro volverá a quedarse solo en casa. Después de varias semanas conviviendo con nosotros las 24 horas, este cambio de rutina puede afectar de manera muy importante a nuestra mascota. Puede llegar a sufrir lo que se conocemos como el síndrome de la ansiedad por separación.

El perro es un animal extremadamente social. Necesita estar en compañía de otros perros y/o personas. Además, es un animal muy rutinario. 

La ansiedad por separación en el perro es un trastorno de conducta que puede ocurrirle a cualquier perro, sea de la raza que sea, aunque suelen ser más propensos los animales mayores y sobre todo los que demuestran un exagerado apego a sus dueños.

Después de una larga temporada en nuestra compañía, interactuando constantemente con nosotros, la vuelta a la rutina diaria provocará que el perro se quede solo en casa durante largas horas. Esto puede causar en nuestra mascota una sensación de abandono que deriva en estrés y depresión. Los síntomas más habituales de este trastorno son: vocalización excesiva (ladridos, gemidos), destrucción del hogar (coger y masticar objetos), orinarse y defecar dentro de casa, rascado de puertas y paredes e incluso dermatitis por lamido excesivo de las patas. Todos estos comportamientos son causados por el estrés producido por la excitación que produce al perro el creerse abandonado. 

Hay que tener en cuenta que muchas veces los síntomas antes descritos podemos confundirlos erróneamente con actos de venganza del perro por haberlo dejado solo. No es así. Nuestra mascota puede entrar en un espiral de pánico que debemos entender.

Cuando el perro se queda solo, el perro suele deambular por toda la casa buscando aquellos objetos que pueda tener al alcance y que desprenden más olor de su dueño para así sentirse reconfortado. Y hay que tener en cuenta que la manera habitual que tienen los perros para quitarse la tensión es masticar, ya que masticando segregan un tipo de hormonas llamadas endorfinas, que tienen un efecto calmante y apaciguador.

Cuando ladra, gime, aúlla, o rasca puertas y paredes, lo hace para llamar la atención y desahogarse. Además, la actividad nerviosa producida por el estrés acelera los procesos fisiológicos del animal, y en muchas ocasiones hay problemas de eliminación inadecuada. Sólo en casos realmente graves se da la auto-mutilación por exceso de lamido en patas e ijares.

La ansiedad por separación tiene un buen pronóstico siempre y cuando los dueños entiendan y acepten el problema. De esa manera podremos prevenir y actuar en consecuencia.

Como el proceso de “desescalada” del estado de alarma, por suerte o por desgracia, será largo, podemos empezar ya con unas pautas de conducta que pueden ayudarnos a que el cambio de rutina no sea tan terrible para nuestros mejor amigo.

Intentaremos que los últimos días de confinamiento sean lo más parecidos a la vida anterior al estado de alarma y habituarlo progresivamente a nuestras salidas y ausencias. Es recomendable que el animal empiece a pasar algunos ratos solo, por ejemplo, a la hora de la comida, que coma en una habitación solo, con la puerta cerrada. También deberíamos establecer unos horarios de paseo y juego acordes con lo que ocurrirá después del desconfinamiento. Si por ejemplo, antes de la pandemia, salíamos a a pasear con él, a unas horas fijas (antes de ir a trabajar, a la vuelta del colegio, por la noche antes de ir a dormir, por ejemplo) volvamos a esa rutina. 

El tratamiento conductual se basa sobre todo en unas pautas de conducta que debemos ejercer diariamente si sospechamos que nuestro perro padece un problema de ansiedad:

  1. Supresión del ritual de salida:  Debemos disminuir el nivel de excitación del perro en los preparativos de la marcha, - ruido de llaves, recogida de abrigos, cambio de zapatos, etc.- Cuando nos vayamos de casa, no nos despediremos de él. Nunca hay que darle importancia a la salida o llegada a casa. Tenemos que normalizarlo. Al irnos, debemos marcharnos como si solo bajáramos a la panadería de la esquina y volver. Y al regresar, tampoco saludarle hasta que no se calme.

  2. Realización de salidas esporádicas de pocos minutos varias veces al día por parte del dueño, y en ocasiones, preparar las llaves, el abrigo, etc, quedándonos en casa.

  3. Cuando nos vayamos dejaremos en la vivienda tanto estimulaciones luminosas como sonoras: Luz encendida, radio conectada, la televisión, etc. Se trata de dejar la casa lo más parecido a cuando estamos en ella.

  4. Supresión del ritual de llegada: El animal espera con ansia la llegada de su dueño. Sabe que va a recibir muchas caricias y estímulos. El ansia existente la canaliza de modo destructivo.

  5. Manifestar indiferencia total ante la presencia de gran emotividad, puesto que de no actuar de esta forma, premiará el comportamiento ansioso. Es importante tener en cuenta que, en general, los perros que reiteradamente demandan atención a sus dueños sólo la deben conseguir en sus momentos de calma y relajación.

  6. En cuanto podamos salir más a la calle, cansar al perro en el paseo anterior a nuestra ausencia lo más posible. El mejor tratamiento para la mayoría de los problema de conducta es cansar al perro. Un perro cansado no ladra, no muerde, no destroza cosas. 

  7. Dejarle juguetes para entretenerse, como huesos para masticar o juguetes tipo Kong, donde se puede colocar comida dentro de él para que se distraiga intentando sacarla. 

 Javier R. Batallé

Posted on May 4, 2020 .