NIÑOS Y PERROS: UNA FÁCIL CONVIVENCIA

Publicado en Pelo Pico Pata nº Nº 92 - Junio 2013

Convivir con un perro siempre es beneficioso y se ha demostrado que los niños que viven con perros son más empáticos, responsables y respetuosos con los animales y la naturaleza. Pero debemos ser conscientes que la convivencia entre niños y perros requiere una serie de precauciones que debemos tener en cuenta.

La importancia de una buena socialización
Habituar a nuestro perro a relacionarse con todo tipo de personas (adultos, niños y mayores) es esencial para que en el futuro no haya ningún problema de convivencia.

Aunque es más fácil socializar a un cachorro que a un perro adulto, sobre todo durante los primeros tres meses de vida, debemos intentar que nuestra mascota se relacione con niños de distintas edades y, por lo tanto, distintos comportamientos. No es lo mismo un bebé que pasa la mayoría del tiempo en brazos de sus padres o en la cuna que un niño que se pasa el día moviendose, corriendo y jugando.

Para los perros, los niños y los adultos pertenecen a una categoría diferente. Mientras que la mayoría de niños gestualizan mucho, se mueven rápido y emiten sonidos agudos, los adultos nos movemos pausadamente y hablamos en voz más baja. Por lo tanto, acostumbrar a nuestra mascota a las distintas actitudes es muy importante para que no se produzcan problemas de miedo o en casos más graves, de agresividad. La gran mayoría de agresiones caninas hacia niños han sido efectuadas por perros mal socializados.

Cuando un bebé llega al hogar
No hay que tener ningún miedo de la llegada de un bebé a un hogar con perro, aunque si algo de precaución. La alegría que supone la llegada de un nuevo miembro a la familia debe ser compartida tanto por los padres como por el animal si se planifica de forma adecuada.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que nuestra mascota, generalmente no sabe como actuar ante la presencia de un bebé que, además, va a quitarle el protagonismo que había tenido. El perro suele sentir curiosidad por el bebé que acaba de llegar. Querrá olfatearlo, tocarlo y, sobre todo, los sonidos que emite el niño provocarán que se acerque a él para ver cuál es la novedad que llama tanto la atención de sus dueños. Y la primera consecuencia, totalmente normal, es que los padres presten más atención al bebé que al perro, algo que hasta ese momento no ocurría. Antes de su llegada, el perro era el centro de atención. A partir de ahora, deberá aprender a compartirla. Si antes los paseos eran sólo con sus dueños, ahora tendrá que aprender a pasear también con el cochecito del bebé.

La llegada de un bebé a nuestro hogar implica muchos cambios en nuestra vida y también en la rutina del perro: modificación del horario de los paseos, restricción de paso a algunas habitaciones u otros lugares, etc. Por lo tanto, para habituar lo antes posible a nuestro can a estos cambios es conveniente hacerlos con suficiente antelación para evitar cualquier conflicto.

Por ejemplo, si nuestra mascota está acostumbrada a subir al sofá, a la cama o a dormir en la habitación donde colocaremos la cuna y no estamos dispuestos a que en adelante lo haga, deberemos enseñarle con la suficiente antelación que lugares estan restringidos. Si no lo hacemos así y empezamos a prohibirle conductas justo en el momento de la llegada del bebé, podría percibir el nuevo acontecimiento como un peligro para su seguridad.

Es muy importante saber que cambios vamos a realizar en la rutina diaria y explicarle al perro las nuevas normas para que no se sorprenda. Si tenemos que levantarnos antes o irnos a dormir más tarde para sacarle a pasear es un sacrificio que vale la pena para que nuestro amigo canino no se vea desplazado.

Bebé gateando... Perro detrás de él
Los posibles problemas en la convivencia entre bebés y perros pueden ocurrir cuando el niño empieza a gatear. Es cuando más se mueve.

Hasta el momento, un bebé acostado en una cuna, sin moverse mucho y sólo llorando de vez en cuando no era algo de gran importancia para nuestro perro. Pero ¿qué pasa cuando sale de la cuna y empieza a gatear? Que se mueve... y todo lo que se mueve llama la atención del perro.

En esta etapa es cuando debemos estar más atentos. El niño irá gateando por toda la casa, se acercará a algunos juguetes de nuestro perro e, incluso puede llegar hasta la cocina, donde ésta su comedero y quizá algo de comida. Es conveniente siempre retirar el plato de comida del perro después de cada comida. De esta forma, no habrá ningún peligro que el animal lo defienda del bebé.

Es muy normal que el can siga al niño por toda la casa, lo huela, lo lama, y quiera jugar con él. El bébe camina como un cachorro de perro -despacio y a cuatro patas- y, además tiene más o menos el mismo tamaño. Es cuando hay que tener más cuidado y también el momento en que debemos enseñar también al niño como debe comportarse. Debemos dejarle claro que no se deben tocar los juguetes del perro, mucho menos su comedero y si está durmiendo, nunca molestarle.

Durante este tiempo en que el niño empieza a moverse es cuando puede ocurrir algún accidente que, aunque no suele ser grave, mejor prevenir. Lo más importante es nunca dejar al perro y al bebé a solas en ningún momento.

Cachorros y niños
Algunos niños no son conscientes que los perros, sobre todo los cachorros, son seres vivos y no juguetes. Es importante enseñar a los niños cómo comportarse con los animales ya que sin quererlo pueden causar algún daño al cachorro. Además, a partir de cierta edad, cuando los niños ya caminan y corren, suelen hacer todo lo que no se debe hacer a un perro: gritar, saltar, moverse bruscamente, agitar los brazos, etc.

Cuando un perrito de pocos meses entra en una familia con niños pequeños, es necesario que se supervise los primeros momentos para que no ocurra ningún percance. Los cachorros tienden a moverse mucho y es posible que a un niño se le caiga de los brazos. Debemos hacer que el pequeño se agache y se sienta antes de entregárselo para que lo acaricie.

Hay que explicar a los niños como mostrar cariño al cachorro, la forma de mimarle y de acariciarle para que el animal no se asuste. También es importante que aprendan a respetar los momentos de sueño del perro, ya que hay que tener en cuenta que es habitual que el cachorro duerma muchas horas.

Otra actividad interesante es enseñar a los niños ciertas tareas, explicándoles que la salud del cachorro depende de ellos. Hacer participar a los pequeños de los cuidados habituales del perro -como el cepillado, la alimentación y los paseos- es muy importante inculcarles el sentido de la responsabilidad.

Perros adultos y niños
Un perro adulto bien socializado no puede ser ningún problema en una familia con niños, pero de todos modos es importante prevenir posibles contratiempos.

Si el niño es mayor de diez años ya puede participar en el adiestramiento y el paseo de su mascota, pero siempre bajo la vigilancia de un adulto. Hay que enseñar al pequeño como llevar la correa: sin estirar ni ahogar al perro y tener cuidado con las interacciones del animal con otros perros. Un perro de gran tamaño puede hacer caer al niño estirando de la correa para ir a ver a otro perro o por perseguir un gato, por ejemplo.

También es esencial que los padres expliquen al niño que nunca debe acercarse al plato de comida del perro ni intentar quitarle algo de la boca. Siempre debe pedir ayuda a los adultos si por ejemplo, el animal ha cogido un juguete que no debía.

Hay que enseñar al perro, sobre todo si es grande, a no saludar saltando sobre las personas. La mayoría de perros de gran tamaño pesan el doble que los niños y algunos, de pie, pueden llegar a ser más altos. Además, si el perro se acostumbra a saludar de esta manera, puede llegar a hacerlo con otros niños desconocidos por la calle y provocar algún daño o por lo menos, un buen susto.

Otra de las cosas que suelen hacer los niños es mostrar su afecto abrazando al animal. Hay que tener cuidado con esta conducta, pues muchos perros consideran el abrazo como un signo de agresión. Los perros no se abrazan sino es para pelearse.

Los juegos con el perro
Hay que animar a los niños a interactuar con su mascota mediante juegos. Pero han de ser juegos seguros y siempre con los juguetes del perro. Es de gran importancia que tanto el niño como el animal diferencien bien cuales son sus juguetes. De no hacerlo, puede que el perro entre en competencia con el niño por un juguete y mostrar agresividad por posesividad.

Los juguetes ideales para que niños y perros jueguen son los típicos de goma que pitan, y las pelotas para perros. Es mejor no enseñarle a jugar al estira y afloja con las cuerdas anudadas que venden en los comercios de mascotas: incitan al perro a mostrar la conducta instintiva de sacudir a una posible presa. Además, cabe la posibilidad que al perro se le escape algún bocado sin quererlo.

Los juegos de persecución también deben ser vigilados. Está muy bien y es seguro que el niño corra tras el perro, pero no al revés. Podría activarse la conducta instintiva de caza del perro y hacer caer al pequeño. Hay que tener en cuenta que la mayoría de ataques de perros hacia niños son causados por un niño que corre delante de un perro.

A los más pequeños sobre todo, hay que enseñarles que no deben tirar nunca de las orejas, la cola, los bigotes o las patas del perro. La acción de agarrar y estirar miembros del cuerpo como brazos y piernas es posiblemente una forma de jugar humana, pero al perro no le hace ninguna gracia.

Es tan importante educar al perro para que se comporte bien con los niños como enseñar a estos a comportarse con su mascota. Los niños y los perros suelen ser grandes amigos. Para muchos de nosotros, pensando en los buenos momentos de nuestra infancia, mantenemos el recuerdo de ese amigo canino con el que pasábamos tan buenos ratos.

Cómo dijo el teólogo Henry Ward Beecher (1813-1887):  “El perro fue creado especialmente para los niños. Es el dios del juego y la alegría”.

Educación y adiestramiento canino JR Batallé