Francois Mitterrand (1916-1996), profesaba un gran amor hacia su perro Baltique, un labrador negro que le acompañó fielmente los últimos años de su vida. El presidente francés incluso lo propuso, irónicamente, como miembro del Consejo Económico y Social de Francia y, cuando le pidieron que diera una lista de sucesores para la presidencia, lo colocó en cuarto lugar, por delante de otros políticos de su partido.
Baltique tuvo tanta importancia durante el mandato del político francés que llegaron a escribirse cinco libros sobre su biografía. En el libro “Interlocuteur privilégié, j’ai protégé Mitterrand” (Daniel Gamba), se cuenta que cuando el perro no estaba contento, todo el gobierno temblaba.
Durante el entierro de Mitterrand, a Baltique le prohibieron la entrada a la iglesia y se quedó en la puerta y bajo la lluvia, sostenido durante toda la ceremonia por un ex ministro de economía. Eso le valió que le escribieran una canción criticando el suceso.
